martes, 23 de noviembre de 2010

Chonis y canis

Después del "triunfo" de mi otra entrada, os presento una queja bastante formal sobre los animales variados que me encuentro día a día. No voy buscando especímenes de dudosa evolución a mi paso, si no que las casualidades se juntan y se me aparecen como por arte de magia. Tengo el placer de encontrarme de cerca de personas que son el ejemplo claro de que evolucionamos del mono, sin ofender a tan querido simio, por esta burda comparación.


El comportamiento reprochable de estas personas, quiero creer, que viene dada por su falta de capacidad neuronal y por una excesiva cantidad de hormonas. Por tanto no es de extrañar que los jóvenes de ahora seamos clasificados como el “eslabón evolutivo hormonado”. Triste,¿verdad?

Más tristeza me produce a mi ver que personas mayores de edad sigan comportándose como cuando aún no llevaban dos cifras en su edad.


Pero las hormonas no hacen que actúen como críos estúpidos y malcriados que son, si no que su comportamiento, aparte de asemejarse con el de los monos, también comparten cierta trascendencia animal como bien pueden ser: zorras, perras, pájaras etc. Aunque cada uno es cómo es y bien poco que me importa a mí cuántas pollas han comido esas crías de boca grande y voz chillona.


Lo que me puede llegar a molestar, es simplemente ellos y ellas. Sí, llamadme intolerante, pero huelo a esas personas a km y son lo más desagradable que puedan cruzárseme en un día. Son tan desagradables, que me planteo seriamente coger mi espada y hacer yo misma justicia. Mucha tontería desaparecería.


Entonces vosotros alegaríais, ¡Oye, que tú seguro que has sido así! Y os contestaría:¡Mentira!


Soy madura, cosa que la gente que estoy criticando no lo es ni lo será nunca. Demuestro inteligencia y cordura, esta gente no sabe qué coño son. Respeto el trabajo y a los demás, como ellos no van a tener futuro, más que putas y chulos baratos de esquina, ni se molestan. Hablo con tranquilidad y saber, ellos no saben ni escribir. Sólo saben contar cuántos coños y pollas se han follado. Es triste saberlo, más triste es aún vivirlo.


Para ellos, ser extrovertido es meter el morro en cuello ajeno, y restregar tetas y cebolletas. Por favor, ni siquiera quiero preguntarme a qué coño debe oler eso, nunca mejor dicho, seguro que es un olor entre pasas podridas y pescado mugriento. Desagradable. De echo, es que ni siquiera son “guapos” (para gusto los colores,¡oigan!) son chonis y canis que se compran la ropa en Zara en vez de en Pimkie, y se creen que han desarrollado algo más que sus andares de pato. Asqueroso.


Me da exactamente igual lo que penséis de mí y en qué grupo social me metáis de lleno, los odiaré siempre igual. Y agradezco que no se permita la posesión de armas, por que si no, estaría escribiendo esto desde la cárcel. Pero bueno, son mierdas. Espero con impaciencia a que evolucionen a ñordos apestosos. Seré borde, pero...¿Y lo qué os reís?

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